06. MI TRAUMA NO ERA MÍO

He vivido dopada toda una vida

Si no era con trabajo, eran drogas.
Unas naturales, otras artificiales.

Desde un cafecito —sin el cual me duele la jupa— hasta jornadas de 16 horas seguidas.

Entre medio, toda una exploración de formas para sobrellevar la realidad que me tocaba.

Este ensayo y regaño, aunque parezca dirigido a mí, sigue siendo sistémico. Y político.

Porque no nos dejan sentir.

Estar enojado es de mal gusto.
Cállese.
Pórtese bien.
Haga silencio.
No invente.
Deje de pensar tanto.
Piense antes de hablar.


Ya pasó mucho tiempo.


Supérelo.

Mensajes que en mi adultez me repito yo solita.

Reprimida, obstinada y harta, viví 25 años.
Asustada. Triste, muuuy triste. Frustrada.

Veinticinco años sin acceso a salud mental ni apoyo real. O creo, no sabía cómo se veía.

A los treinta y algo conocí a Manali.

Ufff, un mujerón.
Cuando leí su bio quedé impresionada.
No puedo creer que voy a estudiar con esta persona, pensé.

Y al final no solo estudiamos juntas: nos volvimos compañeras de viaje.
Entre manejadas diarias nos hicimos confidentes.

Al mes, su esposo murió.

Con dos hijos, en un país que no era el suyo, lo que siguió fue un testimonio vivo:

Nuestra salud mental depende mucho del acceso que tenemos al apoyo.

Ella, con su vida compleja —también frustrada, reprimida, harta, asustada—
navegó la situación como una cátedra de vida.

Pagó psicóloga para ella, para sus hijos.
Sabía términos que yo nunca había escuchado: PTSD, EMDR… instalo sistemas y estrcuturas en su vida que a la fecha no le puedo citar.

Y así vi, ante mis ojos, que yo llevaba 25 años sufriendo no porque “me tocaba”,
sino porque no sabía mejor.

No tenía acceso a esos términos.
Ni a esos mecanismos.

Me enfrenté a una verdad incómoda:

Mi falta de privilegio era lo que me tenía sufriendo.

Hoy, casi cuatro años después, sigo sin hacer esas terapias.
Pero saber que existen me permitió algo:
Auto-gestionarme el conocimiento.
Explorarme desde otro lente.

Mis sombras, aunque enormes, se sintieron menos raras.
Menos mías.
Más humanas.

Me sentí menos loca.
Menos sola.
Menos enojada…

Bueno, no.
Muy enojada con el sistema. Con la vida.

Me duele mucho mi historia.

Y hay días en los que, con privilegio, me duele también la historia de otras.
De las muchas personas que viven su día a día sin acceso a salud mental, rodeadas de sus fantasmas.

¿Será que para actuar desde el amor requerimos teorías comunes?
¿Que los traumas generacionales son los que nos tienen acá, odiándonos, con miedo absoluto?

¿Quién creó esas condiciones de trauma?
¿Nuestras familias?
¿O el sistema?

Con mucho amor,
Karla Ramona

Dedicatoria

Lo personal es político.
Y mi vida, en muchos momentos, me lo ha recordado.

Este último tramo voy lento, pero por primera vez me siento cerca del otro lado del trauma.

Veinticinco años surfeando esta mierda que poco a poco me ha convertido en oro.

Valeria es mi amiga con más acreditaciones académicas que conozco.
Doctora en psicología.
Confidente desde hace décadas.

Editora de mi única pieza literaria publicada.
Coautora de mis primeros escritos en clases de español.
Investigadoras desde niñas.

Amigas desde los seis años.

La vida me ha dado personajes para acompañarme y salvarme.

Recuerdo escenas donde ella, tal cual su naturaleza, simplemente me salvó.
Muchas veces sin que ninguna de las dos lo supiera.

Y no solo ella.
La vida ha insistido en poner personas así en mi camino.

Yo he tenido la capacidad de reconocerlas.
De mostrarme.
De permitirnos el ejercicio de reflexión mutua, desnuda.

Mi vida es posible por la compañía de quienes han traído verdad.
Ese ha sido mi mayor privilegio.

Curioso ante la demás evidencia, pero mucho se lo debo a mi padre:
su carisma, su visión de llevarme a socializar en espacios lejanos al contexto donde ambos estábamos atrapados.

Eso me permitió expandirme.
Verme desde otras visiones.
Aprender de otras formas.
Ver más allá de lo que la vida me dio de comer.

Y ojo, me dio de comer rico. Bien nutrida estaba.

Pero cuando todas mis estructuras familiares colapsaron, ahí estaban mis amigos para sostenerme.

Amigos lejanos, amigos cercanos.
Siempre hubo alguien a mi lado sosteniendo mi locura.
A veces gentilmente.
Otras, a costa de su propia tranquilidad.

Acompañar a alguien en trauma no es fácil.

Y en esta larga introducción solo recalco eso:

Mi eterno agradecimiento a cada humano que decidió ser personaje en mi vida.

Siguiente
Siguiente

05. LOS IMPERIOS NO EXISTEN.